Los estrechos colaboradores

                    Hojeando este verano un álbum  familiar, salió a relucir una fotografía de cuando mi padre ascendió a Suboficial. Lucia los galones dorados de sargento en la bocamanga del uniforme y se notaba en su mirada el orgullo de serlo. Eran tiempos difíciles, pero la vocación suplía las carencias de tipo profesional que existían en esa época. Eso sí, un Suboficial era un Suboficial y si me apuran, hasta el Cabo tomatero era primo hermano de Dios, de la autoridad que rezumaba.

                      Pero es en la actualidad donde la figura del Suboficial ha pasado a ser más importante que nunca. El lugar que ocupa dentro del organigrama de la Guardia Civil, lo posicionan para seguir siendo la base fundamental donde se sustenta el orden jerárquico establecido en la estructura orgánica y operativa de la Institución, es decir, la columna vertebral donde se sostiene el Cuerpo.

                     La propia Ley 29/2014, de Régimen del Personal de la Guardia Civil, en su artículo 15 establece las funciones que los guardias civiles realizarán a través de acciones directivas, de mando, de gestión y ejecutivas; entendiendo como acción de mando aquella función directiva que se refiere al ejercicio de la autoridad y a la asunción de la consiguiente responsabilidad en razón de su cargo, destino o servicio.

                    Y es en el artículo 17 apartado 2 donde se ponen los puntos sobre las íes, al definir a los miembros de la escala de Suboficiales como eslabón fundamental que desarrollan acciones ejecutivas y las directivas que les correspondan a su nivel, ejerciendo el mando y la iniciativa adecuados al mismo, impulsando el cumplimiento de las órdenes e instrucciones recibidas y ejecutando el control y la supervisión de las tareas encomendadas, siendo por su cualificación, capacidades y experiencia, estrechos colaboradores de los oficiales.

                 Y ante lo expuesto, cabe preguntarse, ¿qué es lo que quiere en realidad la Guardia Civil? Pues parece que la ley va por un lado y las acciones por otro. Nos encontramos todavía con Suboficiales desempeñando tareas, que bien podría llevarlas a cabo cualquier miembro de la escala de Cabos y Guardias, pues no realiza ninguna acción de mando o de dirección.

                    Parece como si se tuviera miedo a asumir que un Suboficial del Cuerpo es mando, tal vez por haber ido pervirtiendo a lo largo de los años las funciones que hasta el propio Duque de Ahumada le otorgó, pero que tan bien ha venido a algún que otro Oficial que olvidó por completo que lo fue, quizás llevado por el ego y la erótica del poder que le ha hecho  quedar atrapado en esas redes que configuran estructuras perversas cuando se persigue y ejerce el poder de manera desordenada.

               Y esto supone un desperdicio de mando que la Guardia Civil no se puede permitir. Si la Ley de Régimen de Personal apostó por una escala de Suboficiales acorde a su cualificación, capacidad y experiencia, hagamos realidad este mandato sin ningún tipo de complejo. Debemos dejar a un lado cualquier atisbo de superficialidad, adecuando para ello los planes de estudios tanto de formación como de perfeccionamiento y especialización, con el fin de conseguir esos mandos intermedios que la propia sociedad demanda y que la Guardia Civil tanto necesita.