Lunes, 15 de Septiembre de 2025

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El pecado capital

Si estás libre de enemigos porque a nadie hiciste injuria, no faltarán otros que lo sean por envidia. (Séneca)

      CUANDO era joven estudiante de bachiller, se sentaba a mi lado un chico alegre que era un portento. Poseía inteligencia, tenía don de gentes y hasta resultaba atractivo para las zagalas que tenían la suerte de estar en nuestra clase. Me llamaba la atención la facilidad con la que comprendía los conceptos matemáticos y gramaticales. Era un crack, que diríamos ahora. De hecho los profesores solían ponerle notas muy altas en los exámenes y él se alegraba tanto de sus éxitos como de los logrados por el resto de la clase. Un tipo humilde, sí señor.

 

     Después me fui a la milicia y con el tiempo supe que al final optó por no seguir estudiando y manejar el negocio de su padre dedicándose al teatro ambulante. Cada uno libremente elige su futuro y estoy completamente seguro de que es feliz en su trabajo y se sigue alegrando de los éxitos de los demás.

 

       Y he querido recordar este pasaje de mi historia personal para llevar al lector hacia uno de los pecados capitales que socava y destruye la naturaleza humana: la envidia.

 

       ¡Oh envidia, raíz de infinitos males, y carcoma de las virtudes! que exclamaba Don Quijote y cuanta razón tenía.

 

      Me cuentan, que en cierta Comandancia de Castilla La Mancha, donde se hacen grandes los vinos y las tierras se apellidan Calatrava, unos pocos Oficiales parece que han tomado por bandera el resentimiento y para ello llevan tiempo nombrando a sus Suboficiales servicios operativos específicos de seguridad ciudadana en un número tal elevado, que lo que se suponía un servicio excepcional ha pasado a ser rutinario, como diciendo: “patrullas no podrán hacer, pero se van a hartar de operativos”. Tanto es así que nombran uno por día del mes, aunque dicho operativo consista en acompañar a un par de patrullas para realizar los puntos de verificación que ya realizan de por sí, en sus servicios diarios y sin la figura de un Suboficial. La cuestión es mermar la capacidad de trabajo y la autonomía funcional de los Comandantes de Puesto pervirtiendo tanto el espíritu de la norma como los cometidos propios de los Jefes de Unidad, relegando al segundo plano las correspondientes relaciones institucionales con autoridades, comerciantes, vecinos, encargados de fincas y todo aquello que no sea  figurable en Plan Ser. Hasta en las pasadas elecciones al Parlamento europeo los Suboficiales de la Comandancia toledana han tenido que formar parte de simples patrullas de seguridad ciudadana o de mesas electorales al considerarles potencial de servicio de sus Unidades. Los oficiales no, por supuesto. Y claro, luego pasa lo que pasa.

 

     Si ya lo decía mi padre: “hijo, ni pidas a quien pidió ni sirvas a quien sirvió”. Y es que para algunos es superior a sus fuerzas. No pueden aceptar que las condiciones de trabajo de los Comandantes de Puesto hayan mejorado sustancialmente y menos que sean tratados como mandos de la Guardia Civil y todavía menos, que ellos no pudieran realizarse como tales cuando ostentaban esa condición.


     Creo que ya va siendo hora que, desde las Comandancias de Castilla La Mancha en general y desde la propia Dirección General en particular, se tomen cartas en el asunto y se deje bien claro cuales son las funciones de los Comandantes de Puesto a través de expedientes disciplinarios si fueran necesarios, con el fin de salvaguardar la disciplina, pues ya roza la tontera.


    De ahí que insistamos en acotar todos aquellos aspectos que la nueva Orden General sobre Jornada y Horarios puedan llegar a generar dudas o ambigüedades, aunque pequemos de pesados, pero es que hay personas que no entienden o no quieren entender que las cosas han cambiado y siguen arrastrando aquellos vicios que ellos mismos padecieron.


     Alguien tendrá que decirles aquello que expuso Don Quijote a su escudero mientras cabalgaba para ver a su señora: “…todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo; pero el de la envidia no trae sino disgustos, rencores y rabias".

 

 

 

 

            

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