¡Oh Capitán! ¡mi Capitán!

                     Después de observar estos días la manera gratuita y despreciable de vilipendiar a la Guardia Civil.

             Después de comprobar cómo se distorsionan unos hechos, cómo se magnifican otros y cómo se trata de derribar a ese ser grande, eficaz y de robusta vida que diría nuestro gran escritor Benito Pérez Galdós, me niego a permanecer callado ante tanta injusticia, ante tanta falsedad y ante tanta falta de rigor político.

             La Guardia Civil, señores, no tiene ya que demostrar al pueblo español lo que es, lo que representa y su valor esencial en este Estado de Derecho del que disfrutamos. No. Ya lo ha hecho a lo largo de su dilatada historia y con la calificación de Cum Laude.

             Pero uno de los hechos más significativos de los ocurridos, es la presencia de nuestro Director General. No ha tenido reparos en ponerse al frente, de estar ahí, donde le corresponde, donde debe estar un Jefe, en primera línea y lo ha hecho para conocer de primera mano las dificultades con que tienen que desempeñar sus guardias civiles el trabajo diario que constitucionalmente se les ha encomendado y darles ánimo. Eso, señor Director, le honra.

             Y ahora que esta clase de honor está tan banalizado, usted le ha sacado lustre y ha hecho gala de nuestro primer artículo del reglamento para el servicio demostrando que el honor es algo más que una tablilla colgada en la puerta del Acuartelamiento.

             Esta actitud le honra, señor Director General, y en este tiempo donde abundan los discursos indulgentes y los intentos de revancha morbosa, no me queda más remedio que emular a aquel Cabo Marine en la película “Algunos hombres buenos” al comprobar la integridad y eficacia de su defensor y exclamar: 

                          ¡FIRMES! HAY UN DIRECTOR EN LA GUARDIA CIVIL