Una tarde de toros
Ni los taurinos más veteranos del lugar, recordaban una becerrada como la que se lidió en la tarde de ayer, en el coso taurino de Guzmán el Bobo.
Seis dispares becerros, de nombres: “Mandamás”, “Sibaritas”, “Centrao”, “Pringao”, “Obediente” y “Apuntaor”, se enfrentaron en un mano a mano entre los diestros: Canales, el niño la bellota y Manué, el niño Puerto Lumbreras. Cabe destacar, el espléndido bordado que lucía el niño Puerto Lumbreras en su capote de paseo; un ancla de oro y de la cual pendía un dos caballos oxidao; haciendo con ello honor, a tanto pertrecho asqueroso que a lo largo de su trayectoria profesional, ha visto el diestro por esas plazas de Dios.
Los becerros, de la afamada ganadería de D. Aramismo Mevoy Paya-Condios y Luego-Yaveremos de Sastre, más conocido como “el apellidao”, dieron un juego muy dispar.
Mandamás, un becerro pasao de quilos y con el número medio borrao en el costillar, de pelo cárdeno, meano, ojo perdiz y bizco del cuerno izquierdo, ya dio señales de mansedumbre y poco trapío en los corrales de la plaza. Allí, quiso dejar bien claro quien mandaba y se puso a criticar al ganadero y a embestir a sus hermanos de camada. Era el primero en la lidia, y cuando sonó el clarín y olió al niño la bellota, se le revolvieron las tripas y la manprendió con el mozo de chiqueros; teniendo éste que sacudirle con la pica para que asomara el morro al ruedo. Allí, tirao a porta gayola, le esperaba el niño la bellota capote en ristre (le asistía al quite el niño Puerto Lumbreras, que dirigía la lidia del becerro). Pero cuando Mandamás vio la estampa y tronío de los diestros, empezó a recular hacia la puerta de toriles, corneando al viento a diestro y siniestro -allí también tuvo sus más y sus menos con el mozo de la puerta-. Se metió en chiqueros, de donde no hubo cojones de sacarlo. Según el empresario del coso taurino, el becerro no fue sacrificado, ya que un empresario valenciano lo ha comprado para embolarlo en los festejos taurinos de esa comunidad. “Allí no va a pasar desapercibido…”, dijo el empresario con guasa.
Sonó el clarín pa Sibaritas y, antes de terminar el aviso ya estaba en la plaza el bicho. Pilló a las cuadrillas descompuestas y preparando los trastos para recibirlo como correspondía, pero el bicho se dedicó a montarle el pollo a los areneros y hacer burrapatos en la arena con las pezuñas. El niño Puerto Lumbreras salió veloz a su encuentro con el capote por delante, como marcan los cánones, pero Sibaritas, lejos de embestir se quedaba mirándolo como si le pasara revista. En uno de los lances, el bicho le recriminó la calidad del capote y su falta de rigidez. Aun así, Manué le sacó una espectacular serie de capotazos, dejando frenao al bicho con una remolina.
Centrao, el tercero de la lidia, se dejó ver en el primer tercio, mirando mucho a los diestros y de reojo a las cuadrillas. Se portó bien en el tercio de varas y el niño la bellota se pudo lucir con la muleta, pero tuvo que ser muy insistente para sacarle una buena serie.
El resto de becerros, dio un juego un poco más regular, pero dejando la marca de la ganadería; flojos, mansos y con poco trapío. Solo se mostraban ligeros, cuando veían que podían cornear a los diestros.
Al final de la tarde, los diestros pusieron de manifiesto su buen hacer con el trapo y el estoque, y aunque no pudieron cortar ninguna oreja, sí recogieron la fuerte ovación que les brindó el tendido.








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