La delgada línea roja
Cuando el considerado “padre” del periodismo de guerra William H. Russell, corresponsal durante la guerra de Crimea por el conocido periódico The Times, telegrafiaba lo visto en la batalla de Balaclava llevada a cabo el 25 de octubre de 1854 entre el 93º Regimiento de Highlanders; a la sazón vestidos con casacas rojas y guiados por Sir Colin Campbell; y la caballería rusa, no sabía que pasaría a la historia por ese memorable hecho al acuñar la expresión “la delgada línea roja” referida al valor y sangre fría demostrados por los fusileros ingleses al no permitir pasar al enemigo aún a sabiendas de que éste era bastante superior en número de efectivos.
Muchos años después, esta expresión se sigue mostrando actual cuando se quiere poner de manifiesto que no debe traspasarse esa tenue frontera entre la razón y la locura, la sensatez y el dislate o el acuerdo y la discordia.
Desde que el Consejo de la Guardia Civil viera la luz por primera vez, en su versión como Consejo Asesor de Personal, en aplicación de los preceptos contenidos en la Ley Orgánica 11/2007 de 22 de octubre, reguladora de los derechos y deberes de los miembros de la Guardia Civil, han tenido que pasar años para que el citado órgano colegiado tenga un peso específico en el Cuerpo como vía de interlocución válida entre la Dirección General como Administración y el conjunto de guardias civiles a través de sus representantes.
El Consejo de la Guardia Civil desarrolla un trabajo fundamental para la vida profesional y social de los miembros de la Institución. Bajo la presidencia del titular de Interior, su finalidad es la de “tener conocimiento y ser oído en un elenco de asuntos relacionados con la gestión de personal en sus aspectos de enseñanza, estatuto profesional, permisos, vacaciones, licencias, régimen de prestación de servicio, acción social, así como informar, con carácter previo a su aprobación, las disposiciones legales o reglamentarias que se dicten sobre las citadas materias y analizar y valorar aquellas otras cuestiones que les soliciten los titulares del Ministerio de Defensa ó Interior, del Secretario de Estado de Seguridad o el Director General de la Guardia Civil. Al margen de analizar y valorar las propuestas y sugerencias planteadas por todos los componentes del Cuerpo sobre régimen de personal, el ejercicio de los derechos y deberes que les están reconocidos, el ejercicio del derecho de asociación, sobre aspectos sociales que les afecten así como sobre materia de protección de la seguridad y la salud en el desempeño de sus funciones”. ¡Ahí es nada!
Llegados a este punto lo que no parecería razonable ni prudente es que la Dirección General pasase por alto aquello que se trata en el Consejo y que provoca acuerdos, en ocasiones por unanimidad, para luego desdecirse de lo acordado y empezar a manipular a través de comunicados, de tal manera, que a veces da la impresión de estar jugando a un juego surrealista, donde lo que importa es salir del paso como sea, sin mirar atrás y con el fin de no quedar mal con parte del personal que luce sobre el hombro estrellas de cuatro puntas, dando la sensación de querer traspasar esa línea roja que pone en peligro el consenso y por ende el bienestar del personal del Cuerpo.
Si tenemos en cuenta que el Presidente del Consejo, hoy Ministro del Interior, no se ha dignado a presidir el mismo ni tan siquiera en su constitución, menos aún se espera que tome con cierto interés todo aquello que se desarrolle en el seno de este órgano colegiado y, no sé por qué, pero me da la impresión de que no se toma en serio ni a la propia Guardia Civil. Sana envidia siento de nuestro homologo Consejo de la Policía, al que por cierto, sí lo ha presidido en alguna que otra ocasión y, a lo mejor es casualidad, pero les van un poco mejor las cosas que a nosotros.
Mal continuaremos si seguimos con la voluntad de pasar esa línea de no tener en cuenta la opinión de aquellos que por su condición de Vocales, ponen de manifiesto las percepciones y apreciaciones que recogen de sus representados y que atañen a las funciones del Consejo pues ya sabemos que con moderación y prudencia pueden hacerse y corregirse muchas cosas.
Y aunque la percepción es distinta para con nuestro Director General, que siempre, salvo raras excepciones, ha presidido el Consejo de la Guardia Civil con el fin de impulsar y llegar a acuerdos, últimamente se le nota con los brazos un poco bajados y creo que debería retomar la actitud que siempre le ha caracterizado y decirle a alguno lo que Sir Colin Campbell arengó a sus hombres, siendo consciente de que podían ser sus últimas palabras y a sabiendas de que el éxito dependía en mantenerse firme en la posición junto con sus oficiales: “¡No hay retirada desde aquí, soldados. Deben morir donde se encuentran!”
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