¡Bien hecho!
Bien hecho es mejor que bien dicho. (Benjamín Franklin)
Desde su fundación, la Guardia Civil siempre ha
perseguido el delito allá donde fuere y en las circunstancias o condiciones que
tuviere. Siempre se ha distinguido por adaptarse a los tiempos y a las
circunstancias que le ha tocado vivir y es más que evidente que lo ha hecho de
forma sobresaliente. Y esto es así porque, si de algo puede presumir la Guardia
Civil, es por la calidad de los profesionales que la componen.
La Guardia Civil como cuerpo de seguridad, estaba llamada a convertirse desde el principio en el baluarte de la seguridad del Estado y para ello nuestro fundador se esforzó mucho en establecer unos cimientos que han perdurado hasta el día de hoy y hacen que desde las más bajas hasta las más altas esferas de la magistratura, confíen plenamente en el trabajo que desempeñamos.
Y viene esto a colación con ocasión de los casos de corrupción que, casi a diario, salen en los medios de comunicación. “Corruptio optimi, pésima” o lo que es lo mismo: “la corrupción de los mejores, es la peor de todas” que diría Santo Tomás de Aquino, y lo reseñable del asunto es que, precisamente para investigar a los “mejores”, para obtener las pruebas incriminatorias de aquellos que ocupan cargos públicos y en algunos casos de relevancia, la Guardia Civil ha sido la encargada de hacerlo a través de su Unidad Central Operativa de Policía Judicial, ha sido la que, con su forma de trabajar, con su seriedad y con su rigor, ha llevado a cabo un trabajo impecable, excelente, pero a la vez sin ruido, sin petulancias, como saben hacer las cosas y como nos lo indicó desde el principio aquel artículo de la Cartilla fundacional: “…El Guardia Civil no hace más que cumplir con su deber, y si algo le es permitido esperar de aquel a quien ha favorecido, es sólo un recuerdo de gratitud…”. Pero esto no puede llevar al olvido la segunda parte del citado artículo cuando dice: “…Este noble desinterés le llenará de orgullo, pues su fin no ha de ser otro que captarse el aprecio de todos, y en especial la estimación de sus jefes, allanándole el camino para sus ascensos tan digno proceder”.
Es evidente que nuestro fundador sabía de lo importante que es para un guardia civil, que sus superiores le reconozcan sus méritos y buen hacer dentro de la Institución y así debe ser. Como también de que se dote a las Unidades de los mejores medios y del personal necesario para la mejor realización de sus cometidos, y estoy completamente seguro de que, desde el propio Director General, pasando por el Director Adjunto Operativo y terminando por el Mando de Operaciones sabrán cuándo y dónde deberán efectuar esos reconocimientos profesionales, dándoles el realce que se merecen para conocimiento y estímulo de todos pero nunca con el fin de rozar, ni tan siquiera de pasada, la arrogancia de cara al público.
En lo que no se puede caer, y creo que sería un error de concepto en cuanto a la Guardia Civil se refiere, es en el afán de populismo entre Cuerpos de seguridad, pues aparte de salirse de la propia idiosincrasia del Cuerpo, dejaremos algunas veces de dar importancia a lo importante y haremos importante lo que no tiene importancia.
Nuestra forma de trabajar no puede ser, en el fondo, distinta a la utilizada en época fundacional, donde prevalece el honor, la eficacia, la humildad y el espíritu de sacrificio, pues de otra forma estaremos entrando en el terreno del comercio, donde lo primero que interesa es “vender” el producto de nuestras actuaciones y no la defensa de los derechos y libertades de los españoles, la persecución del delito y el mantenimiento del orden público. Evidentemente esto no quiere decir que no se den a conocer nuestros servicios, pero no como fin primordial sino como secundario e incluso, a veces, celebrando el éxito de las operaciones policiales en silencio. Deberá ser la cadena de mando presidida por el Director General o el mismísimo Ministro del Interior, quien determine como se han de reconocer los méritos de cada cual, pero también establecer si es necesario airear aún más las acciones contra aquellos a quienes hemos puesto a disposición de la Justicia. De todas formas debemos estar tranquilos, pues el pueblo español sabe perfectamente con quien se juega los cuartos.
Esto no es óbice para realizar desde aquí un reconocimiento a todos los miembros de la Policía Judicial que han tomado parte en los dispositivos que han dado lugar a la puesta a disposición judicial de personas que, valiéndose de su condición, han abusado del dinero de todos. Tengo la certeza, de que la cadena de mando sabrá premiar como se merecen el servicio bien hecho y que siempre les llena de orgullo. Pero no olvidemos tampoco lo que dijo Jonas Edward Salk, investigador médico, una vez que desarrolló la primera vacuna contra la poliomielitis, enfermedad que hacía estragos en aquella época:
“La recompensa del trabajo bien hecho es la oportunidad de hacer más trabajo bien hecho”.
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