El norte
El verdadero honor es el que resulta del ejercicio de la virtud y del cumplimiento de los propios deberes.
(Gaspar Melchor de Jovellanos)
Aún
recuerdo con agrado y admiración a aquel Sargento bonachón que me “tocó” en el
Puesto cuando fui destinado a la Comandancia de Madrid.
La verdad es que era afable y transmitía tranquilidad, a veces por demás o al menos eso pensaba yo con mis 21 años a la espalda y con todas las ganas del mundo de perseguir el delito.
Un día estando de “correrías” me dijo con solemnidad: “cumple con tu servicio siempre bien, pues muchas vidas y haciendas dependen de él”. Realmente yo no era consciente del alcance de aquella afirmación, pero el paso de los años en esta Institución ha hecho que me vaya dando cuenta de su relevancia. Que no soy un simple guardia civil, sino que soy la Guardia Civil en el lugar donde presto el servicio.
Y refiero este pasaje de mi vida, con ocasión de la falta de profesionalidad que se denota muchas veces en aquellos que han optado por esta noble “vida laboral” y parece como si les hubieran “vendido” otro producto que ellos de ninguna manera eligieron y por consiguiente actúan como si el servicio no fuera con ellos.
Y creo que todo viene como consecuencia de haber perdido el norte, ese norte que nos ha caracterizado siempre y que ha guiado a tantos guardias civiles a lo largo de la historia de este benemérito Cuerpo.
Somos militares de carrera y tratar de eliminar, suplantar, difuminar o divagar sobre esta afirmación es cuanto menos un error de concepto que viene determinado por ese querer ser lo que no se es, aunque se haya elegido ser lo que se es.
Y con esto no quiero decir que no se trabaje por conseguir las más altas cotas de bienestar, conciliación de vida laboral y familiar, de trabajo, de jornada y horarios, productividad, etc. No, no es eso, simplemente es, que si hemos perdurado en el tiempo y ante situaciones políticas y sociales extremas ha sido precisamente por ostentar esta condición y por ello insto desde estas líneas, a que desde nuestro Director General hasta el último de los guardias civiles que ostente mando, velen para que se cumplan las leyes, reglamentos, Órdenes Generales e Instrucciones que están en vigor, y con el rigor necesario para que nadie tenga nada que esperar del favor ni temer de la arbitrariedad. Con ello se conseguirá que no se reniegue de la condición militar con el fin de obtener justicia.
Ya lo dejó bien claro nuestro célebre escritor Don Pedro Calderón de la Barca en pasaje de esa Comedia famosa allá por el año 1650 y que recomiendo que sea leída con detenimiento, pues aunque parezca que quedó en desuso, no tiene desperdicio:
"Ese
ejército que ves
vago al yelo y al calor,
la república mejor
y más política es
del mundo, en que nadie espere
que ser preferido pueda
por la nobleza que hereda,
sino por la que él adquiere;
porque aquí a la sangre excede
el lugar que uno se hace
y sin mirar cómo nace
se mira cómo procede.
Aquí la necesidad
no es infamia; y si es honrado,
pobre y desnudo un soldado
tiene mayor calidad
que el más galán y lucido;
porque aquí a lo que sospecho,
no adorna el vestido al pecho,
que el pecho adorna al vestido;
Y así,
de modestia llenos,
a los más viejos verás,
tratando de ser lo más,
y de parecer lo menos.
Aquí la más principal
hazaña es obedecer,
y el modo cómo ha de ser
es ni pedir ni rehusar.
Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la fineza, la lealtad,
el honor, la bizarría;
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son,
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna,
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados."
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